El problema crucial de la escuela pública es cómo responder a la diversidad cultural fruto de la inmigración y cómo atender a las clases más pobres en una época de clases medias menguantes
De un tiempo a esta parte proliferan o bien las apologías o bien las enmiendas a la totalidad de nuestro sistema educativo, y parece imposible el aristotélico y sensato término medio. Hay panfletos entusiastas para todos los gustos, impulsados desde el optimismo antropológico rousseauniano, y los hay de un fatalismo nihilista que lo da todo por irremediablemente perdido. Las escasas posiciones intermedias basculan entre el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad, pero están empecinadas en no perder la esperanza y, sobre todo, dar tiempo a las reformas educativas para que puedan corroborar sus aciertos o sus desaciertos.